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arriaza

 

ESPAÑA, 1770-1837

 

arriaza

 

RESEÑA BIOGRÁFICA

 

Juan Bautista Arriaza y Superviela (Madrid; 27 de febrero de 1770 - ibídem 22 de enero de 1837) fue un poeta español del Neoclasicismo y de la etapa de transición al Romanticismo. En su juventud fue oficial de marina y partidario toda su vida del absolutismo de Fernando VII. Es conocido sobre todo por sus poemas patrióticos de la Guerra de la Independencia Española y por su poema extenso erótico-festivo sobre la danza Terpsícore o las gracias del baile.

Hijo tercero de Antonio de Arriaza y Orejón, un militar de alta graduación de infantería y Teresa Superviela y Leytiri, de origen italo-francés, Juan Bautista Arriaza fue bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia de San Sebastián de Madrid. Cursó sus estudios primarios en el Colegio de las Escuelas Pías de San Fernando del madrileño barrio de Lavapiés. En 1781 ingresó en el Real Seminario de Nobles para seguir estudios de educación secundaria en una institución que tenía aún presente el magisterio de Jorge Juan. Al año siguiente marcha al Colegio de Artillería de Segovia donde se despierta una vocación encaminada a la Armada Real y marcha para ingresar en la Compañía de Guardamarinas de Cartagena en 1787 alcanzando el grado de alférez de fragata en 1790. Sirve en la guerra contra Francia entre 1793 y 1795, año en que se firma la paz de Basilea. Debido a su actuación en el sitio de Tolón fue ascendido en el transcurso de estas hostilidades a alférez de navío en 1794.

En 1796 publica «La compasión», un himno fúnebre para las exequias del duque de Alba y al año siguiente sale a la luz en París su primer libro de versos titulado Primicias. Por esta época edita su poema «A las Bellas Artes».

En febrero de 1798, Arriaza solicita la licencia para pasar a la situación de retiro alegando problemas de vista, siéndole concedido. En 1803 se encuentra en Londres como diplomático, pero la batalla de Trafalgar acabó con las buenas relaciones entre los países y debe regresar en 1805 a Madrid. En noviembre de ese mismo año escribe una obra sobre este combate titulada «La tempestad y la guerra». En 1807 publica una traducción en verso del Arte poética de Nicolás Boileau.

Más tarde Arriaza marcha a París para regresar a España poco antes del levantamiento del dos de mayo en Madrid. Hasta esas fechas Arriaza se había caracterizado por una poesía ligera, amorosa y de estilo Rococó, pero con los acontecimientos de 1808 comienza a escribir entre ese año y 1810 poesía patriótica, típica de aquellas circunstancias bélicas, como su «Profecía del Pirineo», que inspiró a Francisco de Goya su cuadro El coloso (1808-1814), o «Recuerdos del Dos de Mayo». Su poesía patriótica fue muy divulgada y se transmitió oralmente entre la resistencia española.

Tras el apoyo de Inglaterra a España y el consiguiente restablecimiento de las relaciones entre los dos países, Arriaza vuelve a Londres en 1810 para desempeñar de nuevo sus tareas diplomáticas. Poco después de su llegada reúne en un volumen sus Poesías patrióticas. Al siguiente año publica en edición bilingüe un escrito titulado «Observaciones sobre el sistema de guerra de los aliados en la Península Española» que granjeó para la colonia española numerosos apoyos. Manda también editar en Palma de Mallorca sus Ensayos políticos.

Con la restauración absolutista fernandina, Arriaza conoce el reconocimiento oficial por su apoyo a la causa patriótica y se le nombra Académico de la Lengua. También fue elegido, en 1824, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

 

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Bautista_Arriaza

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A la entrada victoriosa del general Ricardos en Coliuvre

A los serenísimos señores infantes

A Mariano de Arriaza

A Olimpia cantando

A unos amigos

Brindando a las damas

Brindando en un convite de bodas

Brindando por la última batalla

Católico monarca

Consejo a un militar

Constante Celia

El desconsuelo

El no

La crueldad de la muerte

La desesperación (Arriaza)

La flor temprana

La guarida del amor

La vida media

Las señas

Mis deseos (Arriaza)

Ofreciendo a una belleza

Sentimientos de la España

Soñaba yo

Tres años de proezas singulares

Venus burlada

Viendo a Su Majestad visitar la Imprenta Real

Virtudes militares más dignamente premiadas





 A la entrada victoriosa del general Ricardos en Coliuvre

Pisa Ricardo la ciudad tomada
y entre el tropel de la vencida gente
Febo divino, Marte armipotente,
sale también a celebrar su entrada.

Febo le toma la invencible espada,
y con laurel eterno alegremente
ciñe y enjuga la gloriosa frente
de espeso polvo y de sudor bañada.

Contempla Marte al ademán bizarro,
y al ver que resplandece en su semblante
la gloria de Cortés y de Pizarro.

Alargole la diestra fulminante,
e hizo montar en su soberbio carro
al domador del Rosellón triunfante.




A los serenísimos señores infantes

No tanto de placer queda colmada
la ansiedad del cansado caminante,
cuando alzando los ojos ve delante
las torres de la villa deseada;

ni con júbilo igual ve recobrada
su libertad la tortolilla amante,
volando al dulce nido en el instante
que rota ve la pérfida lazada;

como al ver la bondad y gracia unida
de Carlos y Francisca, alegre aclama
la imprenta a su favor agradecida.

Las letras sirven bien a quien las ama:
tiempo vendrá en que paguen su venida
con la inmortalidad y con la fama.




A Mariano de Arriaza

Hoy se presenta a mi memoria triste
tu fin sangriento ¡oh malogrado hermano!
Con tanta pena, que la gloria en vano
tu cara imagen de laurel reviste.

«Viva mi patria, y muera yo» dijiste,
firme en el muro, y con espada en mano;
responde el trueno del cañón tirano,
y envuelto en sangre a su rigor cediste.

Consternación, pavor, silencio, y llama
siguió al desmayo de tu brazo fuerte,
y sobre tu sepulcro se derrama.

¡Ay! Que también en el morir hay suerte,
que el terror mismo enmudeció a la Fama,
y el mundo ignora tan gloriosa muerte.




A Olimpia cantando

Guarda, Olimpia, esa boca seductora,
que dulcemente canta y dulce ríe,
para aquel orgulloso que se engríe
de que ninguna gracia le enamora.

El ejemplo de un alma que te adora,
por mas que de tus ojos se desvíe,
hará que el más soberbio desconfíe
de no rendirse a la fatal cantora.

Yo el suave olor que de tus labios parte,
y aun el tacto evité de tus vestidos,
y los ojos cerré por no mirarte;

pero al sonar tu voz en mis oídos,
Olimpia, vi que para no adorarte,
es menester quedarse sin sentidos.




A unos amigos

Ceden del tiempo a la voraz corriente
recias pilastras y columnas duras,
las cúpulas rindiendo que seguras
se sustentaban en su excelsa frente.

Caduco desde el Líbano eminente
baja el añoso cedro a las llanuras,
ayer frondoso adorno en las alturas,
hoy triste cebo en el hogar ardiente.

Contra la destrucción tan poco abrigos
halló mi musa; que si busca ansiosa
versos que ya la esquivan enemigos,

sólo a ofrecer se atreve, afectuosa,
verdad, y no ilusión, a mis amigos;
caricias, no cantares, a mi esposa.




Brindando a las damas

Venus Divina, madre de placeres
baja de tu mansión afortunada,
pues miras esta mesa coronada
de la brillante flor de las mujeres.

baja gozosa y si dejar sintieres
el coro de quien eres festejada,
ninfa verás aquí más agraciada
que cuantas te acompañan en Citeres.

Y si de tu jardín entre las flores
al dejas y al amor dormidos
no los despiertes, ni su ausencia llores.

Baja, que aquí hallarás nuevos Cupidos
pues tienen estas damas mil amores
en sus hermosos ojos escondidos.




Brindando en un convite de bodas

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.




Brindando por la última batalla

Venid, ticianos, a ilustrar pinceles:
Fidias, llegad a eternizar metales:
prevenid plumas, cisnes inmortales
prodigad, Musas, cantos y laureles.

Seréis divinos cuando seáis más fieles
pintando, ya de Galia en los umbrales,
al Cid britano; y d pavor mortales
huyendo de él los bárbaros crueles.

Unid al cuadro en mágicos colores
la independencia hispana, y su alta gloria,
como hermanas gozándose entre flores.

Y si queréis más timbre a su memoria,
llamadle vencedor de vencedores,
y a su triunfo victoria de Vitoria.




Católico monarca

Católico monarca, que has vencido,
siendo escudo a la fe de tus mayores,
más que del fiero Marte los rigores,
las perfidias de un siglo corrompido.

Tú, que Fernando y español nacido,
colmaste nuestros votos y clamores,
doblando a sí la afrenta a los traidores
con dos títulos más de ser querido;

Hoy renueva, Señor, Madrid el gusto
de haberte visto regresar triunfante
de la opresión de un invasor injusto.

Cuánta gloria no encierra un solo instante,
pues da a tu sacra sien lauro el más justo,
y al pueblo libre palma de constante!




Consejo a un militar

Si por la noble senda del dios Marte
subir quieres al templo de la Fama,
y arrebatar allí la verde rama
que la envidia jamás podrá quitarte.

Es fuerza, oh Blanco, a los estudios darte,
pues en las glorias a que el Dios te llama
no sirve ya el valor que el pecho inflama,
si no lo templa y modifica el arte.

Es bien que por modelo te presentes
de altos varones la inmortal caterva
que en letras y armas fueron excelentes.

Pues el lauro que Marte te reserva,
para darlo por premio a los valientes,
se lo da por la mano de Minerva.




Constante Celia

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.




El desconsuelo

Crecido con las lluvias de repente
rompe el río las márgenes que baña,
e inundando sus aguas la campaña,
arrasa frutos, árboles y gente.

El pastor, que asustado y diligente
se subió por librarse a la montaña,
ve desde allí el ganado y la cabaña
envueltos en el rápido torrente.

Y aquel vivo dolor con que afligido
mira ahogadas las tímidas ovejas
para siempre llorándose perdido,

no equivale a la angustia en que me dejas,
Silvia, cuando tu labio endurecido
responde con desdenes a mis quejas.




El no

¡Ay, cuántas veces a tus pies postrado,
en lágrimas el rostro sumergido,
a tus divinos labios he pedido
un sí, cruel, que siempre me han negado!

Y pensando ya ver tu pecho helado
de mi tormento a compasión movido,
en vez de sí, ¡ay dolor! he recibido
un no, que mi esperanza ha devorado.

Mas si mi llanto no es de algún provecho,
si contra mí su indignación descarga,
y si una ley de aniquilarme has hecho,

quítame de una vez pena tan larga,
escóndeme un puñal en este pecho,
y no me des un no que tanto amarga.




La crueldad de la muerte

Envuelta en sombras, alta la guadaña,
trazando golpes de dolor profundo,
iba la muerte recorriendo el mundo
desde el alcázar regio a la cabaña.

Cuando en aquel que Manzanares baña
fijando el ceño torvo y furibundo,
miró a la Esposa Real, de su fecundo
seno mil glorias prometiendo a España.

¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero:
¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos!
¡Oh qué deleite! Y descargó el acero;

y dejando en un féretro tendidos
ambos despojos, se encumbró altanero,
triunfando entre lamentos y gemidos.




La desesperación (Arriaza)

Inhumano destino, dura suerte,
furia de amor cebada en abatirme,
¡cuándo te cansarás de perseguirme,
y yo descansaré de padecerte!

Mas tu cruel constancia ya me advierte,
que en el averno has hecho voto firme
de no cesar con penas de afligirme
hasta el instante mismo de mi muerte.

Muerte, pues si remedio de mis males
has de ser, ¿en qué tarda tu venida?
Corta ya mis espíritus vitales;

no tu pálido aspecto me intimida,
que será el ver que pisas mis umbrales
el único placer que tuve en vida.




La flor temprana

Suele tal vez, venciendo los rigores
del crudo invierno y la opresión del hielo,
un tierno almendro desplegar al cielo
la bella copa engalanada en flores.

Mas, ay, que en breve vuelve a sus furores
el cierzo frío, y con funesto vuelo
del ufano arbolillo arroja al suelo
las delicadas hojas y verdores.

Si tú lo vieras, Silvia, «¡oh pobre arbusto
-dijeras con piedad-, la suerte impía
no te deja gozar ni un breve gusto!»

Pues repítelo, ingrata, cada día;
que el cierzo frío es tu rigor injusto,
y el triste almendro, la esperanza mía.




La guarida del amor

Amor, como se vio desnudo y ciego,
pasando entre las gentes mil sonrojos,
pensó en buscar unos hermosos ojos
donde vivir oculto y con sosiego.

¡Ay, Silvia!, vio los tuyos, vio aquel fuego
que rinde a tu beldad tantos despojos,
y hallando satisfechos sus antojos
en ellos parte a refugiarse, luego.

¡Qué extraño ver a tantos corazones
rendir, bien mío, los soberbios cuellos
y el yugo recibir que tú le pones!

Si a más de que esos ojos son tan bellos
está todo el amor con sus traiciones
haciéndonos la guerra dentro de ellos.





La vida media

¿Qué importa que del cielo disparado
un rayo la soberbia torre abata,
si de mi choza la cubierta chata
me tiene a sus insultos resguardado?

Y si mientras del viento el mar hinchado
contra el escollo naves arrebata,
estoy al fuego, entre familia grata,
asando mis castañas, ¿qué cuidado?

Árdase el orbe entero en la braveza
y en las guerras de Marte sanguinoso,
que si de Silvia, por mayor fineza,

besos me da de paz el labio hermoso,
¿Habrá opulencia igual a mi pobreza?
¿O ajena dicha me tendrá envidioso




Las señas

Perdí mi corazón, ¿le habéis hallado
ninfas del valle en que pensando vivo?
Ayer andando solo y pensativo,
suspirando mi amor por este prado,

él huyó de mi pecho desolado
como el rayo veloz, y tan esquivo,
que yo grité: »¡Detente, fugitivo!»
y ya no le vi más por ningún lado.

Si no lo conocéis, como en un ara,
arde en él una hoguera, y cruda herida
por víctima de Silvia lo declara.

Dadle por vuestro bien, que esa homicida
le hizo tan infeliz, que adonde para
mi corazón, ya no hay placer ni vida.




Mis deseos (Arriaza)

Si Dios omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que quisiera,
ni el oro ni la plata le pidiera,
ni imperios ni coronas deseara.

Si un sublime talento me bastara
para vivir feliz, yo lo eligiera:
¿Mas qué de sabios recordar pudiera
a quién su misma ciencia costó cara?

Yo sólo pido al Todopoderoso
me conceda propicio estos tres dones,
con que vivir en paz y ser dichoso:

un fiel amigo en todas ocasiones,
un corazón sencillo y generoso,
y un juicio, en fin, que rija mis acciones




Ofreciendo a una belleza

Cuando del mar las ondas cristalinas
vieron nacer de Venus la hermosura,
no adornaban su frente o su cintura
mirtos de amor ni rosas purpurinas;

pero el agua le dio galas marinas,
perlas de su garganta a la blancura,
y, por guirnaldas, a su frente pura
caracoles y conchas peregrinas;

esa gracia y beldad que en ti descuella
junto a la mar nació, pues no repares
en dar marino adorno a tu sien bella,

para que en todo a Venus te compares,
y todos digan al mirarte: «Es ella,
en el momento en que nació en los mares.




Sentimientos de la España

Triste la España, «¿adónde vas, Fernando?»
al hijo fugitivo dice ansiosa;
y él sigue, y deja de su madre hermosa
llevar los vientos el acento blando.

Ya la materna falda abandonando
pisa de Francia la ribera odiosa;
y aún está oyendo aquella voz piadosa
que le repite, «¿adónde vas?» llorando.

No ve ya al hijo la infeliz matrona:
mas su voz oye, que con regio brío
dice: Tirano, es mía esa corona.

Ella, al primer dolor, gritó ¡hijo mío!
mas luego, vuelta al déspota en Bayona,
dame a Fernando, exclama, oh tiempo impío!




Soñaba yo

Soñaba yo; y en lecho damasquino
una hermosa matrona vi dormida
y entre su misma prole acometida
por un tirano y pérfido Tarquino.

En vano intentan del fatal destino
sus hijos redimir a la afligida;
que ellos sin armas luchan por su vida,
y armado estaba el bárbaro asesino.

Ya el traidor casi su maldad corona;
cuando junto a las márgenes del Duero
se alza un hijo de Marte y de Belona:

Vuela, llega, derriba al monstruo fiero;
y era la Iberia la infeliz matrona,
y era Wellington el audaz guerrero.




Tres años de proezas singulares

¡Tres años de proezas singulares,
sitios, asaltos, lides carniceras,
en que del corso las legiones fieras
el acero español siega a millares!

¡Hallarse, Iberia, yermos tus hogares,
o en ellos luto y quejas lastimeras;
de tus hijos por todas las riberas
bajando sangre a enrojecer los mares!

¡Ver la flor de Aragón y de Castilla
que al cautiverio la cerviz prosterna,
primero que al tirano la rodilla!

¿Y a tanto honor con frases de taberna
la gacetera chusma aún amancilla?
¡Raza de Juan Frerón serás eterna!




Venus burlada

Vio Venus en la alfombra de esmeralda
de un prado a mi adorado bien dormido,
y engañada, creyendo ser Cupido,
alegremente le acogió en su falda.

La frente le ciñó de una guirnalda
y por hacer terrible su descuido,
puso en sus manos un arpón bruñido
y la aljaba le cuelga de la espalda.

¡Hijo!, le iba a decir, mas despertando
mi Silvia le responde con enojos,
la aljaba y el arpón de sí arrojando:

«¡Toma, madre engañosa, esos despojos,
porque me son inútiles, estando
sin ellos hechos a vencer mis ojos!»




Viendo a Su Majestad visitar la Imprenta Real

Gran Rey, Vos que con pasos vencedores
del rigor de los hados enemigos,
visitasteis los presos y mendigos,
convirtiendo sus lágrimas en flores.

Ved ya como la prensa en sus sudores
prepara a esa virtud fieles testigos:
pues delante de Príncipes amigos
no gime, sino canta sus loores.

El taller de Minerva en un momento
caracteres movibles combinando
retrata el fugitivo pensamiento.

¡Ah! Si al de sus vasallos ahora dando
una sola expresión, un solo acento...
¿Qué dijera el papel? ¡VIVA FERNANDO!




Virtudes militares más dignamente premiadas

Tú que audaz recorriste sin cansarte
los reinos de Cibeles y Neptuno,
superando los riesgos uno a uno
que al constante valor presenta Marte.

Tú que de Iberia un tiempo baluarte,
y hoy rayo a los rebeldes importuno,
lidias porque en el orbe no haya alguno
que de tu patria insulte al estandarte.

Yo te saludo ¡oh bravo sin pretextos!
Soldado entre soldados sin segundo,
norma igual de leales y modestos;

y de mi pecho digo en lo profundo:
ciña mi rey muchos laureles de estos,
y yo le fío rey de todo el mundo.
 

 

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