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ESPAÑA, 1584-1674

 

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MATEO EVANGELISTA: REMBRANDT

 

RESEÑA BIOGRÁFICA

 

Luis de Ulloa Pereira (Toro, Zamora, 1584 - ibídem, 1674), escritor español del Siglo de Oro.

Casi toda su vida transcurrió en su ciudad natal. Pasó sin embargo algunas temporadas en Logroño y en León, donde fue corregidor en 1627, y fue asistente de Navarra hacia 1638, e interventor de Hacienda en 1640 al sublevarse Portugal. Contrajo matrimonio con una prima suya, a los catorce años, y enviudó pocos meses después. Volvió a casarse dos veces más. En León tuvo confiada la educación de Juan José de Austria, hijo de Felipe IV y de la actriz conocida como La Calderona. Fue protegido por el Conde-Duque de Olivares; cuando este cayó de su privanza fue acogido en casa del poeta, que habitaba el palacio donde se reunieron las Cortes que aprobaron las célebres leyes de Toro y donde Juana la Loca fue jurada heredera de Castilla. Sus grandes amigos fueron Gabriel del Corral y Felipe Godínez. En cambio, silenciaron su nombre Lope de Vega y Juan Pérez de Montalbán. Obtuvo el hábito de Santiago y usó el nombre poético de Lisardo.

Escribió unas Memorias familiares y literarias en prosa, muy interesantes, que narran la vida difícil y anormal de uno de sus hermanos y se dividen en tres partes, llenas de noticias curiosas, maledicencias, hervores poéticos y retratos muy bien trazados de figuras y figurones de la época; el autor figura en ellas con el anagrama de Saldino de Ovalle. Sus poesías fueron recogidas en Obras, prosas y versos... Madrid, 1659; su segunda edición, también impresa en Madrid, es de 1674. Allí se deja ver como seguidor del Culteranismo. Escribió numerosos sonetos amorosos, otros al Conde-Duque, canciones, églogas, etcétera. Es poeta de pocos vuelos y con aciertos formales. También es autor de versos religiosos, entre los que destaca una Paráfrasis de los siete salmos penitenciales y unos Soliloquios (Madrid, 1655). Lo más notable de lo que escribió en verso es un poema narrativo en octavas reales, Raquel (1650), en el que canta, inspirándose en las obras de Lope de Vega y Antonio Mira de Amescua Las paces de los reyes y judía de Toledo y Desgraciada Raquel, respectivamente, los amores de la famosa judía de Toledo con Alfonso VIII. El poema es oratorio y moralizante, y de él deriva La judía de Toledo de Juan Bautista Diamante, y la Raquel, de Vicente García de la Huerta.

Escribió además una Defensa de los libros fabuoosos y poesías honestas y de las comedias y las comedias Porcia y Tancredo, Pico y Carente, No muda el amor semblante, Alfonso Octavio, La mujer contra el consejo. Y una obra histórica, Encuentro en Toro con el conde-duque de Olivares y noticias suyas.

El estilo de Ulloa es sentencioso hasta la confusión, tétrico y moralizante. En algunos pasajes áspero y vehemente. Como poeta destaca en una Epístola a un caballero amigo que vivía en Sevilla, donde invierte el tópico del menosprecio de Corte y alabanza de aldea de fray Antonio de Guevara y el beatus ille horaciano elogiando la vida urbana y detestando la campesina, que para él representa el colapso de todos los anhelos.

 

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_de_Ulloa

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A CELIA HALLÁDOLE DORMIDA

A CELIA HALLÁNDOLE DORMIDA - RESPUESTA

A LA MEMORIA AMOROSA DE UNA DAMA EN UNA AUSENCIA

A LAS CENIZAS DE UN AMANTE PUESTAS EN UN RELOJ DE ARENA

A LAS LÁGRIMAS DE UNA AUSENCIA...

A MIGUEL ZEBOLLÓN ENFERMO DEL JUICIO

A UN EPIGRAMA DE MARCIAL

A UN RETRATO DE CELIA

A UNA ENFERMEDAD DE CELIA

AL APOSENTO DE SUS LIBROS

BIEN SÉ YO CELIA EL RIESGO CON QUE VIVO...

DEDICADO A CELIA

ENCARECE SU AMOR CON OCASIÓN DE ECLIPSE





A CELIA HALLÁDOLE DORMIDA

Así duermen las almas; no solía
entre sombras de olvido porfiado
estar tan soñoliento tu cuidado,
cuando con mi desvelo competía.

Toda mi fe, Lifardo, desconfía,
que un pecho en el incendio sosegado,
o a la impresión del fuego está negado,
o persuade a que la llama enfría.

Pero mi pensamiento temeroso,
con esta suspensión de tu fineza,
halla en la pena la mayor ventura.

Que cuando está de tu atención quejoso,
si olvido le amenaza tu tibieza,
tu sosiego de celos le asegura.





A CELIA HALLÁNDOLE DORMIDA - RESPUESTA

Las almas nunca duermen, Celia mía,
y el sueño en los sentidos retirado,
del Templo a tu hermosura consagrado,
no puede suspender la idolatría.

Pierde de su violencia la porfía,
el amoroso fuego en mi cuidado,
y así como en su centro sosegado,
ni me quema la llama, ni ella enfría.

No atiendas del incendio misterioso,
como es tranquilidad y no tibieza.
Arder, y sosegar en llamas pura.

Que el afecto de celos temeroso,
es humana pasión, y tu belleza
en su divinidad está segura.





A LA MEMORIA AMOROSA DE UNA DAMA EN UNA AUSENCIA

Oye, Filis, que muero, oye que muero;
ya tu nombre en tu voz suena imperfeto,
oye como te invoca mi respeto
entre las ansias del dolor postrero.

Lo demás que te ofrece el verdadero
y último ejemplar de amor perfeto,
quede oculto, señora, en mi secreto.
No lastimarte, prevenirte quiero,

resto verás que el sacro Manzanares
envuelve mi ceniza en las arenas
más veneradas del sagrado río.

Si alguna vez sus márgenes pisares,
en tanto que te adoran sus sirenas,
vuelve los ojos al sepulcro frío.





A LAS CENIZAS DE UN AMANTE PUESTAS EN UN RELOJ DE ARENA

Esta que te señala de los años
las horas de que gozas en empeño,
muda ceniza, y, en cristal pequeño,
lengua que te refiere desengaños,

un tiempo fue Lisardo, a quien engaños
de Filis, su querido ingrato dueño,
trasladaron del uno al otro sueño:
prevente, huésped, en ajenos daños.

En tanto estrecho al miserable puso
el incendio de amor y la aspereza
de condición esquiva y desdeñosa.

Póstumo el polvo guarda el primer uso
inobediente a la naturaleza:
padeció vivo, y muerto no reposa.





A LAS LÁGRIMAS DE UNA AUSENCIA...

Este dolor oculto trasladado
del interior del alma a los sentidos,
por conceptos del pecho despedidos,
en cristales sangrientos explicado.

Esta postrera esencia del cuidado,
destilada de afectos oprimidos
si un tiempo fue la voz a tus oídos
hoy es de mis finezas el sagrado.

En las aras que erige mi tristeza,
halle la culpa de vivir sin verte
de tus desconfianzas acogida.

Y mientras llega la postrer fineza,
recibe, Celia, en prenda de mi muerte
estas señales de mi triste vida.





A MIGUEL ZEBOLLÓN ENFERMO DEL JUICIO

Virgen, si explican vuestra perfección
cuantas cría fragancias el vergel,
hoy permita legumbres el cartel,
también es criatura un Zebollón.

O que resplandeciente (del dragón
pues la planta en la cerviz cruel)
llena de gracia estáis, diga Gabriel
si os cabe un tilde de común borrón.

El que imagina culpa pertinaz
donde la gracia se colmó sin fin
y os presume manchada, es un atroz,

lo bueno de defecto es incapaz,
por una imperfección fuérades ruin,
a mi locura fiel horrible voz.





A UN EPIGRAMA DE MARCIAL

No siempre a los groseros y vulgares
alimentos asiste la templanza,
ni la segura libertad se alcanza
precisamente en los humildes lares.

Libre, Mario, serás si en los pesares
se acompaña constante la esperanza,
y si atendiendo a la común mudanza
el temor y el deseo limitares.

Sin elación del ánimo modesto,
en las altivas sienes victorioso,
el laurel vividor logra trofeos.

Y en el seno caduco siempre expuesto
a la envidia descubre la emoción
ruinas de imposibles y deseos.





A UN RETRATO DE CELIA

Oh milagrosa emulación de aquella
hermosura Divina, en quien el arte
que feliz imitó la inferior parte,
de no verla animada se querella.

Como se suspendiera, imagen bella,
el ansia de mi ausencia en contemplarte.
si nuestra soledad tuviera parte
capaz de contemplarla y entendella.

Mas mi pecho afligido, y lastimoso,
como dará la voz, ni tú el oído,
moderando al semblante el dulce ceño,

si por fuerza de amor, maravilloso
vives, tu sin sentir, yo sin sentido,
y las almas de entrambos en tu dueño.





A UNA ENFERMEDAD DE CELIA

Físico Apolo del dolor te mueve,
que el sentimiento general anima,
no ya la fiebre venenosa oprima,
cuanto de amor a la beldad se debe.

Naturaleza victoriosa pruebe,
a no rendirse, cuando más lastima,
y liberal alguna vez redima,
en lo admirable la pensión de breve.

Y yo Sacra Deidad, que en las legiones
de Espíritus, que en paz viven contigo,
admites humos de devoto Templo.

Sin todas las humanas perfecciones
niegas la duración para castigo,
permítenos alguna para ejemplo.





AL APOSENTO DE SUS LIBROS

Leyes al escarmiento se establecen
en esta tabla, Licio, construida
al ocio de las musas, redimida
del mar cuyas tormentas se fenecen.

En breves descripciones le parecen
ruinas de la edad envejecida,
confusiones y ejemplos a la vida
en la pintura y el cristal se ofrecen.

Aquí ya defendido a la violencia,
del poder excusado a las porfías,
de la ignorancia logro desengaños,

y a tanto cuanto pudo la experiencia,
un rato río los sobrados días,
otro lamento los perdidos años.





BIEN SÉ YO CELIA EL RIESGO CON QUE VIVO...

Bien sé yo, Celia, el riesgo con que vivo
en la fuerza invencible de adorarte,
después que mi pasión para olvidarte,
ni a la esperanza permitió motivo.

Ningún aviso en la prisión recibo
por donde lime la cadena el Arte,
ni en la razón se reconoce parte,
que pueda redimirse de cautivo.

Porque si deslumbrada prevarica,
en la ley que profesa soberana,
o idolatra la ciega tu belleza.

Presume que el engaño justifica,
viendo en las señas de formarte humana
tan desmentida la naturaleza.





DEDICADO A CELIA

En esta que el pincel ha trasladado,
de original hermoso, imagen pura,
así a la voz suspensa se figura,
que no llega a ser mudo lo callado.

Y tanto persuade lo informado
de aliento, y de razón en la pintura,
que no sólo la vista se asegura,
la voluntad se mueve y el cuidado.

Misterio encierra superior al arte,
que por virtud oculta las colores,
fuerzan influyan de amor, y de respeto.

Parece que el Pintor miró a la parte,
con que inclinan las causas superiores
y copió a las estrellas el secreto.





ENCARECE SU AMOR CON OCASIÓN DE ECLIPSE

Filis, ¿no ves la saña del planeta
que, amenazando trágica ruina,
llama vierte feroz, sangre fulmina,
en alterada forma de cometa?

¡Mira cual tiembla la tiara inquieta
de lo que el vano astrólogo imagina,
y cuántos cetros al horror destina
oscura voz de equívoco profeta!

Y advierte que, seguro en sus enojos,
de tu semblante prende mi cuidado,
que ni sabe otro cielo ni le mira;

y, atento a las estrellas de tus ojos,
ni quiere más fortuna que su agrado,
ni teme más prodigios que su ira.

 

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