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ESPAÑA, 1679-1750
VENUS FRÍGIDA: RUBENS
RESEÑA BIOGRÁFICA
Eugenio Gerardo Lobo Huerta, conocido también como el capitán coplero (n.
Cuerva, Toledo; 24 de septiembre de 1679 - Barcelona; 1750), militar y poeta
español.
De familia noble (su padre era Eugenio Lobo y su madre María Huerta), aunque no
sobrada de bienes de fortuna, pasó su infancia en Cuerva, poseedora de un buen
colegio de gramática y patria de los Condes de Arcos, emparentados con Garcilaso
de la Vega, y Toledo. Fue uno de los poetas más populares del primer siglo XVIII
y destacó por su ingenio para elaborar poemas humorísticos. Se dedicó a la
carrera militar y participó en la Guerra de Sucesión como capitán de coraceros a
favor del bando proborbónico. En 1705 combatió en la defensa de Badajoz; es muy
posible que asistiera a la gran batalla de Almansa en 1707; ese mismo año se
puso en Zaragoza al servicio del Duque de Orleans y asistió al sitio y toma de
Lérida, hecho al que consagró un poema en octavas reales, y estuvo después de
guarnición en Toledo desde el 29 de septiembre de noviembre de 1710, para pasar
un año más tarde a Prat del Rey; en 1712 se encontraba en los Montes de Toledo,
donde escribió uno de sus más célebres poemas satíricos sobre el aburrimiento.
En 1718, acabada la contienda, vivió en Montijo y por fin se estableció en
Madrid como ayudante del cuerpo de Guardias Españolas y hospedado por la Condesa
de Arcos. En 1732 tomó parte en la Reconquista de Orán bajo el mando del Conde
de Montemar, lo que reflejó en su Rasgo épico de la conquista de Orán. También
estuvo luchando en Nápoles en 1737 contra Austria como miembro de la Guardia
Española de Infantería. En 1743 fue nombrado brigadier y resultó gravemente
herido en la batalla de Campo Santo; el hecho le valió una pensión sobre la
Encomienda de Daimiel (Ciudad Real). No logró ver reconocidos sus méritos, quizá
por el enojo que provocó a Felipe V su poema Exhortación político cristiana a la
nación Española, en donde traza un cuadro sombrío de la situación española; sin
embargo fue nombrado alrededor de 1746 gobernador militar y político de
Barcelona, cargo por aquel entonces de gran importancia y responsabilidad.
Fernando VI le concedió además el grado de teniente general. Murió en Barcelona
a causa de una caída de caballo.
Obra
Recogió sus poesías en los dos volúmenes de su Selva de las Musas (Cádiz, 1717),
obra reeditada todavía durante su vida y muy reimpresa después (Pamplona, 1724;
Madrid, 1738, 1758, 1769). También se encuentra disponible en la Biblioteca de
Autores Españoles de Manuel Rivadeneyra, tomo LXI.
Aunque quiso destacar en la épica culta con poemas narrativos afectados de
culteranismo, sus contemporáneos apreciaban más sus composiciones cortas en arte
menor, casi siempre jocosas y de circunstancias, donde lucía por extremo su
ingenio sin que el estilo dejase de ser claro. Para ellas adoptaba las formas
del epigrama, la letrilla y la sátira, destacando en especial sus décimas,
romances y sonetos. En estos últimos mezcla el influjo de Góngora con el de
Garcilaso, toledano como él; por esta última preferencia se deja ver ya el
cansancio de las grandilocuencias barrocas del siglo anterior. Ridiculiza
cualquier tipo de especulación intelectual. Algunos de sus poemas describen la
vida militar con gran realismo y humor, como en Receta para ser gran soldado.
También era sensible a los detalles del costumbrismo (poema sobre el chichisbeo)
y la literatura popular y de cordel; no le hacía ascos a demostrar su ingenio,
como en Décimas improvisadas en una tertulia sobre los títulos de comedias que
elegían unas señoras. En lo amoroso muestra el erotismo tenue y epicúreo y la
atención al detalle propios de la poesía rococó; se trata de un tipo de poesía
ilustrada y posbarroca que no es todavía neoclásica. Sus mnodelos fueron los
satíricos del barroco Francisco de Quevedo y Luis de Góngora. Escribió también
dos loas, entre las que detaca la mariana y sacramental El triunfo de las
mujeres y dos comedias, como El más justo rey de Grecia y El tejedor Palomeque y
mártires de Toledo. |
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Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Eugenio_Gerardo_Lobo |
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A MARSIA, LLORANDO
A MARSIA, CUBRIÉNDOSE LOS OJOS CON LA MANO
ARDER EN VIVA LLAMA
ENVIANDO UNA CESTA DE JAZMINES A UNA DAMA
A MARSIA, LLORANDO
Tanto a tus ojos claros desafía
el tirano dolor que el alma siente,
que a los diluvios de cristal corriente
todas sus luces tu beldad les fía.
Vivo el cuidado, mustia la alegría,
dio sepulcro a tu sol tu mismo oriente;
y, a pesar del ahogo, se consiente
más triste si no menos bello el día.
Fue de tus luces providencia rara
el que a un afán el llanto las rindiera,
y en derretido aljófar anegara;
y a los activos rayos de tu esfera
fue preciso que el agua los templara,
porque el mundo a su ardor no se encendiera.
A MARSIA, CUBRIÉNDOSE LOS OJOS CON LA MANO
A tu esplendor se opone soberano
de candor sensitivo nube helada,
porque a poder tu luz ser eclipsada,
lo pudiera ser sólo de tu mano.
Escrúpulo viviente más lozano,
solicita a tu sol Clicie nevada,
y, celosa de puro enamorada,
le da en poco cristal mucho oceano.
De breve oposición blanca osadía,
sepulcro y cuna le aplicó en una hora
a la de luces doble monarquía.
ARDER EN VIVA LLAMA...
Arder en viva llama, helarme luego,
mezclar fúnebre queja y dulce canto,
equivocar la risa con el llanto,
no saber distinguir nieve ni fuego.
Confianza y temor, ansia y sosiego,
aliento del espíritu y quebranto,
efecto natural, fuerza de encanto,
ver que estoy viendo y contemplarme ciego;
la razón libre, preso el albedrío,
querer y no querer a cualquier hora,
poquísimo valor y mucho brío;
contrariedad que el alma sabe e ignora,
es, Marsia soberana, el amor mío.
¿Preguntáis quién lo causa? Vos, Señora.
ENVIANDO UNA CESTA DE JAZMINES A UNA DAMA
Envidiosa es porción de tu blancura
esa que hoy de una verde celosía,
para honrar a tu mano, hurtó la mía,
ésta si cortesana, aquella pura.
El alba bella entre ámbares supura
en su limpio cambray sustancia fría,
madrugando más éste que otro día
y más que a otros crecida su ventura.
Y si ignoras el nombre a estos lozanos
jóvenes que te ofrezco a celemines
-que con serlo, se miran todos canos-
fácilmente creeré que lo adivines
si entre ellos mezclas, Lísida, tus manos.
Silos tocas, verás que son jazmines. |
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