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ESPAÑA, 1874-1947
RESEÑA BIOGRÁFICA
Manuel Machado Ruiz (Sevilla, 29 de agosto de 1874 – Madrid, 19 de enero
de 1947) fue un poeta español, hermano de Antonio Machado con el que colaboró
mucho. Fue uno de los más destacados representantes del Modernismo en España.
Primeros años
Manuel Machado era hijo de Antonio Machado Álvarez, conocido folclorista
sevillano de sobrenombre «Demófilo» y de Ana Ruiz. Su hermano fue otro poeta,
pero de talla superior y de trayectoria paralela: Antonio Machado.
De su padre heredó el amor a lo auténtico del carácter popular andaluz. Nacido
en la calle de San Pedro Mártir nº20, también su infancia transcurrió en el seno
del Palacio de las Dueñas, donde su familia había alquilado una de las estancias
destinadas a particulares. A pesar de lo creído, nada demuestra que su padre
trabajara como administrador de la ilustre casa ducal de Alba. Cuando Manuel
tenía 9 años, la familia al completo se traslada a Madrid dado que el abuelo
paterno ha conseguido una cátedra en la Universidad Central. El deseo de todos
es que los tres hermanos -Manuel, Antonio y José- cursen sus estudios en la
Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Francisco Giner de los Ríos, gran
amigo del abuelo Manuel.
Juventud
La familia se trasladó a Madrid y allí fue donde desarrolló lo importante de sus
estudios que llegaron hasta la licenciatura de Filosofía y Letras. A partir de
esos años, la familia Machado volvería a Sevilla en muy escasas ocasiones pero
lo sevillano y lo andaluz siempre fue para él una referencia viva, aunque
distante, por la nostalgia y el amor que derramaban sus padres hacia la tierra
que les vio nacer.
En Madrid, el joven Manuel empieza a dar a conocer sus primeras poesías y
colabora en diversos proyectos de la vida literaria madrileña junto con
escritores como Francisco Villaespesa y Juan Ramón Jiménez.
Madurez
Con el transcurrir de los años, llegó a ser director de la Biblioteca Municipal
(hoy Biblioteca Histórica Municipal) y Museo Municipal. Creó varias revistas
literarias de escasa duración, y colaboró en periódicos diarios de Europa y
América.
Contribuyó fervientemente a la poesía modernista, entendida en su vertiente más
colorista, decadente y cosmopolita, dándole un matiz andalucista que hace de su
poesía algo único.
A menudo se ha contrapuesto esta vertiente modernista a la Generación del 98.
En el año 1938 —en plena guerra civil— fue designado para ocupar un sillón en la
Real Academia Española.
Colaboración con su hermano
Manuel y Antonio, dos poetas hermanos que despuntaban en aquel Madrid de
principios del siglo XX, llegaron a colaborar en la creación teatral, siempre
impregnada de situaciones que recordaban al típico ambiente andaluz. La obra
cumbre de su creación teatral es, sin duda, «La Lola se va a los Puertos», de la
cual se han hecho un par de versiones cinematográficas.
Otras obras teatrales en cooperación fraternal fueron: «La duquesa de Benamejí»,
«La prima Fernanda», «Juan de Mañara», «Las adelfas», «El hombre que murió en la
guerra», «Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel». Después, los dos
hermanos poetas se encaminan por senderos separados que les conducen, hacia el
final de sus vidas, a abrazar los dos diferentes bandos en los que desembocó
España por culpa de la guerra civil.
Manuel y Antonio, a pesar de recorrer caminos separados en la creación poética,
siempre conservaron un paralelismo en sus obras, cualquiera que las observe con
algún detenimiento descubrirá, en cada una de ellas, algunos retazos o matices
que delatan la fuente común de la que bebieron y vivieron. Tiene Manuel Machado
una poesía titulada «Adelfos» que bien pudiera llevar el subtítulo de
«Autobiografía». En ella, el poeta describe con bellos florilegios, una
argumentación muy paralela a la contenida en la poesía «Retrato» de su hermano
Antonio. Ambas poesías están construidas con versos alejandrinos; ambas poesías
se componen de serventesios — nueve serventesios la de Antonio, uno menos la de
Manuel; y ambas poesías describen las autobiografías poéticas respectivas.
Dictadura de Franco
Al llegar a Madrid la sublevación de Franco, en el año 1939, Manuel dedicó al
militar una poesía de panegírico titulada «Al sable del Caudillo». Esto le valió
a Manuel el reconocimiento y el salvoconducto para poder vivir dentro del
régimen. Según Andrés Trapiello (Las Armas y las Letras, p. 235) se incorporó,
tras la guerra, a su cargo de director de la Hemeroteca y del Museo Municipal de
Madrid, del que se jubilaría al poco tiempo. Siguió escribiendo poesía, la mayor
parte de carácter religioso. Su fe católica se reavivó durante su estancia en
Burgos gracias a la devoción de su mujer y a la influencia de ciertos
sacerdotes, como Bonifacio Zamora. El poeta continuó escribiendo panegíricos a
diversas figuras y símbolos del fascio-franquismo, lo cual le valdría
ostracismo, cuando no desprecio, por parte de la crítica y poetas posteriores.
El 19 de enero de 1947 falleció en Madrid. Tras la muerte del poeta su viuda
ingresó en una congregación religiosa dedicada al cuidado de niños abandonados y
enfermos.
Repercusión
Después vino el aperturismo español de los años 60 y 70 en donde ya se
vislumbraba el final de la dictadura franquista. Aquella juventud que militaba
en el antifranquismo, dio de lado a todo poeta amparado por la dictadura, y
empezó a abrazar a esos otros que murieron —o aún vivían— en el exilio.
La obra de Manuel Machado fue dada de lado, y su vacío se llenó con la obra
poética de su hermano Antonio. La figura de Manuel Machado quedó, pues,
eclipsada por la de Antonio Machado.
Crítica
Sin embargo, Manuel Machado es el gran conocedor y divulgador de letras de los
cantes flamencos, que a decir con el gracejo típico andaluz, ha quedado bajo el
conocido nombre de «cante hondo». No es nada raro que parte de su inspiración la
hubiera tomado de la enorme colección de letras de cantes flamencos, que su
padre fue recopilando a lo largo de muchos años, tomadas directamente de los
anónimos cantaores andaluces y que publicó en un libro titulado «Cantes
flamencos».
Manuel Machado fue un gran estudioso de todos los estilos del cante flamenco y
escribió poesías idóneas, que bien pudieran ser adaptadas para la música de una
garganta y una guitarra española. Su estilo poético incluye estrofas de coplas,
seguidillas, y soleares. Dentro de este último estilo, el poeta innovó una
variante de soleá en la que el verso central tenía un número desproporcionado de
sílabas (9, 10, 11, ó más sílabas) que él mismo bautizó como soleariyas. También
escribió romances octosílabos, cuartetos, serventesios y sonetos.
Bajo el estilo de soneto, escribió como nadie los sonetos octosílabos,
denominados sonetillos; y dentro de estos sonetos de arte menor, véase la
filigrana que borda con el sonetillo trisílabo titulado «Verano». Cuando el
poeta reproduce literalmente esas palabras típicas del decir andaluz, para mejor
dar a entender al lector que no pertenecen al correcto lenguaje español, van
escritas en letra cursiva. Ahora por medio de estos modernos métodos, se expone
una de sus mejores antologías, para que sea apreciado y valorado con serena
neutralidad; con ello, hacemos un agradecido homenaje al fino y gran poeta del
alma andaluza.
Su verso es ingenioso, ágil, expresivo, muy influido por el parnasianismo.
Verlaine y Rubén Darío son destilados por Manuel Machado para darles una
personalidad única. |
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Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Machado |
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CANCIONES
DICE LA FUENTE
EL CABALLERO...
EL PRÍNCIPE
FELIPE IV
LA MANZANILLA
MARIPOSA NEGRA
CANCIONES
Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te viste, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
por odio a la pena.
Mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.
DICE LA FUENTE
No se callaba la fuente,
no se callaba...
Reía,
saltaba,
charlaba... Y nadie sabía
lo que decía.
Clara, alegre, polifónica,
columnilla salomónica
perforaba
el silencio del Poniente
y, gárrula, se empinaba
para ver el sol muriente.
No se callaba la fuente.
no se callaba...
Como vena
de la noche, su barrena,
plata fría,
encogía
y estiraba...
Subía,
bajaba,
charlaba... Y nadie sabía
lo que decía.
Cuando la aurora volvía...
EL CABALLERO....
Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura,
¡donde brilla no más la empuñadura,
de su admirable estoque toledano.
Severa faz de palidez de lirio
surge de la golilla escarolada,
por la luz interior, iluminada,
de un macilento y religioso cirio.
Aunque sólo de Dios temores sabe,
porque el vitando hervor no le apasione
del mundano placer perecedero,
en un gesto piadoso, y noble, y grave,
la mano abierta sobre el pecho pone,
como una disciplina, el caballero.
EL PRÍNCIPE
Siete soles forman
el solio del príncipe
de los siete soles.
Su cetro de oro
es un haz de llamas
de mil arreboles.
Su rostro, que nadie
miró porque ciega,
las nubes esconden.
Su imperio, los mundos,
Él todo lo puede,
todo lo conoce...
Y en sus ojos, cuyo
mirar mata, brillan
¡todos los dolores!
FELIPE IV
Nadie más cortesano ni pulido
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso,
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.
Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
con desmayo galán un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.
LA MANZANILLA
La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.
Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...
El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.
MARIPOSA NEGRA
La hora cárdena... La tarde
los velos se va quitando...
El velo de oro..., el de plata.
La hora cárdena...
«Aún es temprano».
«Nada veo sino el polvo
del camino...»
«Aún es temprano».
«¿Gritaron, madre?»
«No, hija;
nadie habló... ¿Lloras?...»
«Lo blanco
del camino que contemplo
las lágrimas me ha saltado...»
«No es eso...»
«Yo no sé, madre».
«Él vendrá, que aún es temprano».
«Madre, el humo se está quieto,
las nubes parecen mármol...,
y los árboles diríase,
que tienden abiertos brazos».
Un mendigo horrible pasa,
y hacia el castillo ha mirado.
* * * * *
Una negra mariposa
revolotea en el cuarto.
La hora cárdena... La tarde
los velos se va quitando...
El velo de oro, el de plata...,
el de celajes violados.
Y el sol va a caer allá lejos,
guerrero herido en el campo.
¡Mal hayan los servidores
que sin su señor tornaron,
los que con él se partieron
y traen, sin él, su caballo! |
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