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ESPAÑA, 1898-1981
RESEÑA BIOGRÁFICA
José María Pemán y Pemartín (Cádiz, 8 de mayo de 1897 – 19 de julio de
1981) fue un activista monárquico, poeta, dramaturgo, escritor, articulista y
orador español que se significó por sus ideas conservadoras y por su apoyo a la
Dictadura de Miguel Primo de Rivera, al golpe de Estado militar, al Régimen
subsiguiente (Movimiento Nacional) y finalmente a la opción monárquica de don
Juan de Borbón.
Procedente de una familia acomodada de la burguesía andaluza. Su padre fue el
diputado conservador gaditano Juan Gualberto Pemán y Maestre, perteneciente a la
familia política de la Restauración, y su madre María Pemartín y Carrera Laborde
Aramburu. En la fachada de la casa en que nació en Cádiz (calle Isabel La
Católica nº 12) existe una gran lápida, con una figura alegórica con la estética
de la época, y su busto en bajorrelieve en bronce.
Estudió el bachillerato en el colegio del Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz
(marianistas). Cursó la carrera de Derecho en Sevilla y se doctoró en Madrid con
la tesis Ensayo sobre las ideas filosófico-jurídicas de La República de Platón.
Esta es la única referencia curricular conocida en su formación intelectual.
Durante dos años trabajó como penalista pero, como auténtico humanista y
ciudadano libre, su estatus social le permitió decidir por sí mismo qué hacer,
cómo y cuándo, sin obedecer más que a las leyes civiles. Pronto comenzó a
acreditarse como poeta en Juegos Florales y más tarde en obras de tema
costumbrista andaluz (De la vida sencilla, 1923; Nuevas poesías, 1925; A la
rueda, rueda, 1929; En el barrio de Santa Cruz, 1931, y otras muchas).
Y es que Andalucía
es una señora de tanta hidalguía
que apenas le importa «lo materiá».
Su inicio literario fueron las justas poéticas locales. En unos Juegos Florales
en el Puerto de Santa María, le premiaron con accésit una trova en décimas. Poco
después, en Baena, en otros Juegos Florales de los que fue jurado la insigne
Blanca de los Ríos, le otorgaron otro accésit por un Canto a Andalucía en
endecasílabos, y casi enseguida obtuvo el primer premio en su ciudad natal,
cantando en su centenario al beato fray Diego José de Cádiz.
En los Juegos Florales de Sanlúcar de Barrameda (agosto de 1922) en los que fue
mantenedor el patriarca del periodismo José Ortega Munilla, obtuvo la «flor
natural» con una composición titulada El Viático, que se hizo muy famosa y con
lo que comenzaría su carrera de escritor. Por estos méritos, a los 23 años fue
elegido académico de número de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz, en
la que leyó un discurso de ingreso sobre La poesía hispano-americana. A los
veinticuatro años contrajo matrimonio con María del Carmen Domecq Rivero Núñez
de Villavicencio y González, de familia prócer jerezana. Se conocieron, ella a
lomos de un caballo blanco y él a la grupa de un corcel «torcido y maltrecho».
Tuvieron nueve hijos.
Pero volvamos al caso.
Móntate a la grupa mía.
No hay en toda Andalucía
caballo de mejor paso
ni de andar más señoril.
Vamos a echarle un vistazo,
niña, a la Feria de Abril...
Obra impresa
Obras completas, Madrid: Escelicer, 1947–1965, siete tomos. I. «Poesía» (1947).
II. «Novelas y cuentos» (1948). III. «Narraciones y ensayos» (1949). IV.
«Teatro». V. «Doctrina y oratoria» (1953). VI. «Miscelánea» (1953). VII.
«Miscelánea» (1965).
Lírica
De la vida sencilla. Poesías originales, M., V. H. Sanz Calleja, 1923 (con
prólogo de Francisco Rodríguez Marín).
Nuevas poesías, M., Voluntad, 1925.
A la rueda, rueda... Cancionero, M., CIAP Mundo Latino, 1929.
El barrio de Santa Cruz (Itinerario lírico), Jerez de la Frontera, Nueva
Litografía Jerezana, 1931.
Elegía de la tradición de España, Cádiz, Tip. Manuel Cerón, 1931.
Salmo de los muertos del 10 de agosto, 1933.
Señorita del mar, M., Sáez Hnos, 1934.
Poesía (1923-1937), Valladolid, Santarén, 1937.
Poema de la Bestia y el Ángel, Zaragoza, Jerarquía, 1938.
Poesía sacra, M., Escelicer, 1940.
Por Dios, por la Patria y el Rey, M., Ediciones Españolas, 1940 (Estampas de
Carlos Saez de Tejada).
Las musas y las horas, M., Aguilar, 1945.
Las flores del bien, B., Montaner y Simón, 1946.
Obras completas, M., Escelicer, 1947 (Tomo I: Poesía).
La Pasión según Pemán. Edibesa, 1997.
Poesía esencial. Granada, 2002. (Estudio preliminar y selección de José Enrique
Salcedo Mendoza).
Narrativa y cuentos
Cuentos sin importancia, 1927.
Romanza del fantasma y doña Juanita, 1927.
Inquietudes de un provinciano, 1930.
Volaterías, 1932.
De Madrid a Oviedo, pasando por Las Azores, 1933.
La vencedora, 1933.
San Pedro, 1933.
Fierabrás, 1935.
El vuelo inmóvil, 1936.
¡Atención, atención!, 1937.
Arengas y crónicas de guerra. Escelicer-Cerón, Cádiz, 1937.
Historia de tres días, 1939.
El paraíso y la serpiente, 1942.
Señor de su ánimo, 1943.
Un laureado civil, 1944.
De doce cualidades de la mujer, 1948.
Un soldado en la historia: vida del capitán general Varela. Madrid, 1954.
Ensayo
El hecho y la idea de la Unión Patriótica, 1929.
Cartas a un escéptico en materia de formas de gobierno, 1935.
Crónicas de antes y después del diluvio, 1939.
La historia de España contada con sencillez, 1939.
Ocho ensayos religiosos, 1948.
Teatro
Isoldina y Polión, 1928.
La viudita naviera.
El divino impaciente, 1933.
Cuando las Cortes de Cádiz, 1934.
Cisneros, 1935.
Julieta y Romeo, 1935.
La danza de los velos, 1936.
Almoneda, 1937.
De ellos es el mundo, 1938.
Ha habido un robo en el teatro, 1938.
La Santa virreina, 1939.
Ella no se mete en nada, 1941.
Por la Virgen Capitana, 1941.
Metternich, 1942.
Juan sin versos, 1942.
El testamento de la Mariposa, 1942.
Hay siete pecados, 1943.
Como el primer día, 1943.
Hablar por hablar, 1944.
Si me quieres o me dejas, 1944.
Yo no he venido a traer la paz, 1945.
Diario íntimo de la tía Angélica, 1946.
Todo a medio hacer, 1946.
Antígona, 1946.
La casa, 1947.
En tierra de nadie, 1947.
Vendimia, 1947.
La verdad, 1947.
Lo que debe ser, 1948.
Semana de Pasión, 1948.
Hamlet, 1949.
Electra, 1949.
El viejo y las niñas, 1949.
El gran cardenal, 1950.
Paca Almuzara, 1950.
Por el camino de la vida, 1950.
La muerte de Carmen, 1949; libreto de ópera con música de Ernesto Halffter.
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Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/José_María_Pemán |
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A SAN PÍO X
ACTO DE FE
ADVENIMIENTO
AMANECER
ANTE EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE
ASCENSO A DIOS
BALADA DE LAS DUDAS DE UN LEGO
BELLEZA SERENA
ENTRE LOS GERANIOS ROSAS...
IN MEMORIAM
ORACIÓN
ORACIÓN A LA LUZ
REVELACIÓN
ROMANCE DE LOS SIETE PECADOS CAPITALES
ROMANCE DEL DIVINO GOZO
YO TE SIENTO EN LA ROSA
A SAN PÍO X
Cirio y blancura de la Roma nueva,
llama encendida sobre el blanco cirio;
monte de nieve con la hoguera en alto,
Décimo Pío.
Ángeles claros con batir de plumas
te edificaron para la tarea,
como un aroma con perfil de nardo:
Santo y poeta.
Riese y Treviso te regaron flores
donde, en arrullo de tu pobre cuna,
la torrentera de Musone canta
versos de pluma.
Y te sonaban en las horas tristes,
como un consuelo en el hondón del alma,
las de San Marcos de Venecia, lentas,
dulces campanas.
Dios te guardaba para hacer la prueba
de lo que puede la ternura sola:
de lo que vale, contra el viento, un frágil
tallo de rosa.
Ha amanecido entre el dolor la Gloria;
peso de flores doblegó la espina.
Y el mundo tuvo, por tu amor, su exacta
nueva medida.
Ni el desbocado galopar del fuerte,
ni el nebuloso perorar del sabio:
la desarmada sencillez de un dulce
párroco santo.
Dulces abejas, la mirar, tus ojos.
Tu hablar cual fuente de delgados hilos.
Tórtola y miedo tu amorosa mano
sobre los niños.
Tú, paralelo a las del viejo foro
castas columnas de desnudo mármol,
tú, coronado de dulzura antigua,
vara de nardos.
Crujen los huesos de los consulares
graves varones de la antigua Roma
viendo el inerme, blanco poderío
de la Paloma.
Roma fue templo y acueducto y castro,
arco y relieve, pórtico y columna,
porque tuviera pedestal insigne
tanta dulzura.
Y el mundo todo se llenó de nubes
porque luciera con fulgor más claro,
su planta limpia, la custodia humana
del Vaticano.
Él no lo quiso. Como dos palomas
que hacen del gozo y del amor pelea,
en su silencio la Humildad luchaba
con la Obediencia.
¡Qué amor humilde de asustado corzo,
como en el Huerto del supremo trance,
cuando el más Justo a su Señor decía:
"¡Pasa este cáliz!".
¿No hay rincones por el ancho mundo
para este susto de humildad vencido?
¿No queda helecho para el escondite
del cervatillo?
No: que a tu encuentro por los llanos corren
los cazadores y las trompas suenan.
Himnos de gloria, por los vientos, cantan:
"¡Tú eres la Piedra!".
¡Piedra amolada por el claro río
con que lloraba la humildad su gloria:
clara victoria del Amor que vive
de sus derrotas!.
Como en la mano de un adolescente
un tortolillo de volar cansado,
toda la tierra se posó aquel día
sobre tu mano.
Todo, de nuevo, restaurado en Cristo.
Velo de bodas, toda en flor, la Iglesia.
Entre los musgos de las viejas losas
la Primavera.
Los paredones de las catacumbas
sudan el agua del fervor primero.
¡Otra vez, lagos y montañas, oyen
al Nazareno!.
Y como espuma de las torrenteras,
dulce y viajera lana del rebaño,
blancos aludes de inocentes puras
van al Sagrario.
Hasta que un día se nubló, a sus ojos,
de tarde y guerra el horizonte oscuro.
No le quedaba a la ternura inmensa
sitio en el mundo.
Él recogía su vestido blanco
cuando saltaba la primera sangre.
Él y la guerra no cupieron juntos
sino un instante.
Dios le llamaba desde el altozano
cuando la viña se quemó de frío.
Era la tarde: y su jornal estaba
bien merecido.
Pío, felice, Décimo en el Solio,
de amor vencido y por amor triunfante:
Tú, en el descanso de la eterna Gloria,
nunca descanses.
De tu abundancia dale a la miseria
parte del pago que tu amor recibe.
Haz de tus sobres rico al pobre mundo,
Pío felice.
Te buscaremos con los ojos, Padre,
cuando el cortejo venga a nuestro Juicio.
¡Tú entre las filas bienaventuradas
mira a tus hijos!.
ACTO DE FE
En el nombre de Dios de los amores,
canto la fe que llena el alma mía,
y la ofrendo en tributo de poesía,
que ha brotado en mis labios pecadores.
Ante la faz del mundo, sin temores,
como los hombres de mi raza un día
yo confieso, con firme valentía,
la fe que me legaron mis mayores;
Y como en ella vivo, en ella adoro,
y en ella cifro mi esperanza suma,
mi escudo intacto y mi mayor tesoro.
Ante esta edad burlona y descreída
la confieso y la afirmo con mi pluma...
¡y si fuera preciso, con mi vida!.
ADVENIMIENTO
Cuando ya estén vacíos los ojos insaciables
del Deseo, y se calle el desdentado
murmurar que debajo de sus tocas
de beata, destrenza la Memoria;
cuando el joven auriga rubio y blanco,
Entendimiento, se despeñe en simas
sin luz ni fondo, y ya la huracanada
Voluntad se desmaye, como espuma,
sobre la playa del desistimiento:
entonces vendrás Tú. Y serán benditas
mi quietud, mi pobreza y mi ignorancia:
hoyos sobre mi arena
para la lluvia de Tus plenitudes.
AMANECER
Sobre una faja de añil,
nube roja y claro rayo,
junto a la sombra de mayo
se estaba muriendo abril.
Un soplo alegre y gentil
mecía la rosa bella:
y mediando en la querella
de la noche con el día,
sobre los montes nacía,
en vez de sol,... una Estrella!
ANTE EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE
¡Cristo de la Buena Muerte,
el de la faz amorosa,
tronchada como una rosa,
sobre el blanco cuerpo inerte
que en el madero reposa!
¿Quién pudo de tal manera
darte esta noble y severa
majestad llena de calma?
No fue una mano: fue un alma
la que talló tu madera.
Fue, Señor, que el que tallaba
tu figura, con tal celo
y con tal ansia te amaba,
que, a fuerza de amor, llevaba
dentro del alma el modelo.
Fue, que, al tallarte, sentía
un ansia tan verdadera,
que en arrobos le sumía
y cuajaba en la madera
lo que en arrobos veía.
Fue que ese rostro, Señor,
y esa ternura al tallarte,
y esa expresión de dolor,
más que milagros del arte,
fueron milagros de amor.
Fue, en fin, que ya no pudieron
sus manos llegar a tanto,
y desmayadas cayeron...
¡y los ángeles te hicieron
con sus manos, mientras tanto!
Por eso a tus pies postrado;
por tus dolores herido
de un dolor desconsolado;
ante tu imagen vencido
y ante tu Cruz humillado,
siento unas ansias fogosas
de abrazarte y bendecirte,
y ante tus plantas piadosas,
quiero decirte mil cosas
que no se cómo decirte...
¡Frente que, herida de amor,
te rindes de sufrimientos
sobre el pecho del Señor
como los lirios que, en flor,
tronchan, al paso, los vientos!
Brazos rígidos y yertos,
por tres garfios traspasados
que aquí estáis; por mis pecados
para recibirme, abiertos,
para esperarme, clavados.
¡Cuerpo llagado de amores,!
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte,
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo,
y muriendo bendecirte.
Quiero, Señor, en tu encanto
tener mis sentidos presos,
y, unido a tu cuerpo santo,
mojar tu rostro con llanto,
secar tu llanto con besos.
Quiero, en santo desvarío,
besando tu rostro frío,
besando tu cuerpo inerte,
llamarte mil veces mío...
¡Cristo de la Buena Muerte!
Y Tú, Rey de las bondades,
que mueres por tu bondad
muéstrame con claridad
la Verdad de las verdades
que es sobre toda verdad.
Que mi alma, en Ti prisionera
vaya fuera de su centro
por la vida bullanguera;
que no le Lleguen adentro
las algazaras de fuera;
que no ame la poquedad
de cosas que, van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
que no turbe mi conciencia
la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio;
que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu Ciencia y tu Luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:
de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos,
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
Señor, aunque no merezco
que tu escuches mi quejido;
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido:
A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena.
¡Cristo de la Buena Muerte!
ASCENSO A DIOS
¡Ay, quién me diera una palabra nueva,
virgen como la aurora, para
nombrar al Dios de la Verdad, con ella!
Una palabra exacta: que tuviera,
como el prado con lluvia, una infinita
ternura blanda y una
clarísima belleza.
Y repetir esa palabra siempre:
con las esquilas de la madrugada
y en el atardecer, con las hogueras!
Y hacer así de esa palabra bella
profesión y ejercicio
y oración y poema...
Y que mi muerte fuera
como un cuajarse, entre los labios, esa
Palabra única v sola:
rosa ya sin invierno,
frente a una eternidad con sol, abierta!
BALADA DE LAS DUDAS DE UN LEGO
Era ya la tarde y estaban las nubes
perfiladas de rayos de sol,
cuando iba el buen lego, con su cantarillo,
por la veredica, bendiciendo a Dios.
El misterio grave de la hora dorada,
lleno de agrio aroma de prados en flor,
se le entró en el alma, llenándola toda,
con su turbación...
Se sintió pequeño como aquel polvillo
donde iba posando su planta... Y pensó:
¿qué haré yo, granito de polvo en el mundo
por ser grato a los ojos de Dios?
Fray Andrés disciplina su cuerpo
sin tenerle piedad. Fray Zenón
atruena el convento cantando maitines
con hermosa voz.
Fray Tomás se pasa las horas inmóvil
levantado en arrobos de amor,
y ni advierte las tres campanadas
con que la campana llama a colación...
Al lado de aquellos excelsos varones
¿qué hará el buen leguito para ser grato a Dios?
Y con santa envidia murmuran sus labios:
¡Fray Andrés! ¡Fray Tomás! ¡Fray Zenón!
Y sus ojos buscando respuesta
para aquellas dudas de su corazón,
se hunden en la tarde que muere sangrando
los últimos rayos bermejos del sol.
Todo es paz y orden. Unos tordos vuelan
con pausados giros. Camina un pastor.
Gime una carreta. Corre un arroyuelo.
¡Todo deletrea como una oración!
¡La oración de las cosas sencillas,
que obedecen humildes a Dios!
Y el buen lego descifra en su alma
la revelación
del arroyo, los prados, las flores,
las nubes, las hojas, las aves y el sol...
!Todo cumple su fin mansamente!
¡Todo sigue un mandato de amor!
¡El llano lo mismo que el pico empinado,
que no está por eso más cerca de Dios!
Y el buen frailecito siente que en su alma
se le ha entrado un rayo muy claro de sol.
De pronto recuerda que es tarde, y ya es hora
de limpiar los platos de la colación.
Y apretando el paso, con simple alegría,
corre que te corre... ¿Qué más oración
que el ir mansamente por la veredica
con el cantarillo, bendiciendo a Dios?
BELLEZA SERENA
Única turbación y melodía
de tu belleza toda en paz lograda,
la fuga musical de tu mirada,
sobre la sabia y pura geometría
de tu cuerpo sin tacha, es una fuente
con dos chorros de luz, que habla de cosas
lejanas y de estrellas misteriosas
más allá de la Forma y del Presente.
Ciega, por eso, mi alma te desea
como una estatua, porque así, hecha idea,
nada turbe tu plástica armonía;
y así, ya sin lejanas alusiones,
como el jazmín serena al mediodía,
tu perfección serene mis pasiones.
ENTRE LOS GERANIOS ROSAS...
¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!
Así me gritó la niña,
la de las trenzas doradas:
-corre a verla, corre a verla,
que se te escapa.
Por los caminos regados
del oro nuevo del alba,
corrí a los geranios rosas,
¡y ya no estaba!
Volví entonces a la niña,
la de las trenzas doradas.
«No estaba ya», iba a decirle.
pero ella tampoco estaba.
A lo lejos, ya muy lejos,
se oían sus carcajadas.
Ni ella ni la mariposa;
todo fue una linda trama.
El jardín se quedó triste
en la alegría del alba,
y yo solo por la sola,
calle de acacias.
Y esto fue mi vida toda:
una voz que engañó el alma,
un correr inútilmente,
una inútil esperanza...
¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!
IN MEMORIAM
La navidad sin ti, pero contigo.
Como el volver a ser
cuando empieza a nacer
verde de vida y de memoria, el trigo.
Porque tú no estás lejos.
No sé si es que te veo o que te escucho.
Me iluminan, me templan tus reflejos.
Voy hacia ti... No puedo tardar mucho.
Pagando estrellas por salario
te escondes en la barbas torrenciales de Dios.
Recuerdo el ritmo lento de tu horario.
Humilde en la infinita paciencia del rosario:
y en la fe penetrante de tu voz.
Y el belén de su Amor,
como tú lo ponías.
Tú, la niña mayor,
la flor más pura de las flores mías,.
Como es la luz del río
y el canto es de la fuente:
este cariño ardiente
es todo tuyo, a fuerza de tan mío.
ORACIÓN
Yo sé que estás conmigo, porque todas
las cosas se me han vuelto claridad:
porque tengo la sed y el agua juntas
en el jardín de mi sereno afán.
Yo sé que estás conmigo, porque he visto
En las cosas tu sombra, que es la paz;
Y se me han aclarado las razones
de los hechos humildes, y el andar
por el camino blanco, se me ha hecho
un ejercicio de felicidad.
No he sido arrebatado sobre nubes
ni he sentido tu voz, ni me he salido
del prado verde donde suelo andar...
¡otra vez, como ayer, te he conocido
por la manera de partir el pan.
ORACIÓN A LA LUZ
Señor: yo sé que en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa
porque todo tuviera su figura.
Yo sé que se refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos en la altura.
Por eso yo celebro en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto
y en la ribera sin temblor del río;
por eso yo te adoro, mudo y quieto:
y por eso, Señor, el dolor mío
por llegar hasta Ti se hizo soneto.
REVELACIÓN
¡Cómo volaba el pensamiento mío!...
Fue un dulce anochecer. Se adivinaba
por su rumor, bajo la peña, el río,
y la mano del viento preludiaba
un aria triste en el pinar sombrío.
Como una bruma de melancolía,
no sé qué dulce calma bienhechora
pasó rozando con el alma mía...
Tú que en mí estás, mujer, a toda hora,
¡nunca has estado en mí como aquel día!...
Quise gritar mi pena.
y ante la soledad de los caminos
alfombrados de luna y la serena
quietud de muerte de la noche, llena
de olor de flores y rumor de pinos,
«¡La quiero!...», dije con fervor sincero.
«¡La quiero!...», repetí, y el aire blando,
con un rodar de voces fue gritando
desde la sierra hasta el pinar: «¡La quiero!
Callé y calló la noche. El alma mía
volvió a encerrarse en la melancolía
de este secreto amor hondo y austero,
que nadie sabe y del que nada espero...
¡Sólo lo supo el agua que corría
y una flor desvelada, que tenía
una cita de amor con un lucero...!
ROMANCE DE LOS SIETE PECADOS CAPITALES
Tarde abajo, el mayoral
de los siete toros negros
va sorbiéndose en un triste
rojo crepúsculo lento.
Zahones de hipocresía
lleva, y por pica el deseo:
con azahar de inocencia
tienen los estribos hechos.
Los toros con siete lunas
van corneando los vientos:
jazmines de barba espesa
tirando van contra el cielo.
«¿A dónde vas mayoral?»
«A tu corazón los llevo».
Prepara tu mariposa
de seda y luz para el juego,
sácale filo a tu espada
con pedernales de miedo
¡Fina viene de pitones
la luna de un mal deseo!
¡Brava corrida, la tarde
aquella de mi tormento!
y seda morada, en medio.
Yo con la espada y la duda
Contra mí, siete deseos.
Me rozaron en la carne
las siete liras de huesos.
Geranios de sangre fresca
mis alamares prendieron.
Me salpicaron de espuma.
No me llegaron al cuerpo.
Cuando la tarde sorbía,
rojo, el crepúsculo lento,
por los prados, ya sin toros
luz de aurora en el sombrero
sin espuela y sin estribos
llegaba el Mayoral Bueno.
Vendas de seda traía
y aceite de olivos nuevos;
arena fresca en las manos
para enarenar el ruedo.
«¿A dónde vas, mayoral?»
«A tu corazón los llevo».
ROMANCE DEL DIVINO GOZO
El gozo del mundo se entra
dentro de mi corazón.
¡Estrecho gozo el que cabe
en tan estrecha mansión!.
El gozo que entra en nosotros:
gozo es de mal gozador.
Quiero un gozo que me envuelva
porque él me sea mayor.
¿Qué gozo será el que traiga
tanta anchura y tanto sol?.
Dios le dijo al siervo fiel:
"Entra en el gozo de Dios"...
¡No gozos que entren en mí:
quiero un gozo en que entre yo!.
YO TE SIENTO EN LA ROSA
Yo te siento en la rosa.
Tanto más grande siento yo mi alma,
cuanto son más pequeñas
las cosas que la mueven.
¡Ay esas almas lentas
como animales hartos,
que van a Ti pisando mansamente
sobre el fango sonoro y necesitan
para reconocerte
la voz de la tormenta o la engolada
frase inmensa y solemne!
Señor:
Yo te siento en la rosa
y en la nieve
y en la rama sin flores
y en el plátano verde
que sombras, en el centro
de la plaza, la fuente. |
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