VOLVER A PRINCIPAL

 

rueda

 

ESPAÑA, 1857-1933

 

rueda

 

RESEÑA BIOGRÁFICA

 

Salvador Rueda Santos (Macharaviaya (caserío de Benaque), Málaga, 3 de diciembre de 1857- Málaga, 1 de abril de 1933), fue un periodista y poeta español. Fue precursor español del Modernismo

Hijo de jornaleros, tuvo una formación autodidacta:

Aunque de niño -cuenta el poeta- en mi casa pobre yo no servía más que para vagar a todas horas por los campos, pretendiendo descifrar los profundos misterios y las grandes maravillas, mi padre siempre me amparó por desgraciado y me tuvo un sitio en su corazón. Aprendí administración de las hormigas; música, oyendo los aguaceros; escultura buscando parecido a los seres en las líneas de las rocas; color, en la luz; poesía, en toda la naturaleza

Leyó a Jorge Manrique, Garcilaso y Góngora, autores que le marcaron profundamente. Fue estudiante de latín, monaguillo, jornalero, guantero, carpintero, corredor de guías del puerto de Málaga, pirotécnico y oficial primero del Cuerpo facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos. Marchó a Madrid, donde Gaspar Núñez de Arce le proporcionó un empleo en la Gaceta de Madrid. Su poesía fue muy bien acogida en Hispanoamérica y allí marchó el poeta, que agradeció la hospitalidad en su poema "El milagro de América" (1929). Rueda fue solemnemente coronado en La Habana en 1910. Regresó sin embargo a Málaga, donde vivió modestamente en una casa cerca del Alcazaba; cayó enfermo en marzo de 1933 y murió el 1 de abril de ese mismo año.

Escritor muy fecundo, es autor de novelas (La cópula, una novela erótica deudora de Felipe Trigo) y relatos costumbristas de ambiente andaluz como El patio andaluz (1886), El cielo alegre (1887), El gusano de luz (1889), La reja (1900), idilios poéticos y obras teatrales (las piezas La Musa, La Guitarra, Vasos del rocío, Los ojos y La cigarrera). Su obra poética se inició en 1880 con Renglones cortos 1883 y siguió con Noventa estrofas, prologado por Núñez de Arce, y con Cuadros de Andalucía, del mismo año. Clarín, Darío y Unamuno prologaron, respectivamente, tres de sus libros principales: Cantos de la vendimia (1891), En tropel (1892) y Fuente de salud (1906).

El Realismo de Ramón de Campoamor se dejó sentir en algunas de sus obras poéticas: en 1888 publica Sinfonía del año, a la que le siguen El secreto (1891), Fornos (1894), El bloque (1896) e Himno a la carne (1890), una serie de sonetos en el que aparece un erotismo espiritualista que escandalizó a Juan Valera. Sus libros poéticos de madurez son Piedras preciosas (1900), Fuentes de salud (1906), Trompetas de órgano (1903) y Lenguas de fuego (1908). En 1928 aparece Antología poética y en 1957 su obra póstuma Claves y símbolos.

Salvador Rueda creó junto a Manuel Reina, de Córdoba, una estética literaria de tipo parnasiano denominada Colorismo que le hizo predecesor español del Modernismo hispanoamericano y ejerció algún influjo renovador sobre poetas más jóvenes, como Juan Ramón Jiménez. Posteriormente Rueda asumió la estética modernista llevada a España por Rubén Darío. En sus composiciones buscó la armonía, basada en la melodía y el ritmo. Así, su obra se convirtió en un repertorio variado de formas y combinaciones estróficas renovadoras; introdujo novedades métricas que luego utilizarían casi todos los vates modernistas (la modificación del soneto, la profusa utilización del dodecasílabo, las variedades del hexámetro clásico...).

Son las principales características de su poesía la intensidad pictórica de su colorido y la nota de musicalidad, conseguida por medio de nuevos ritmos y originales combinaciones de inusitadas estrofas. Los temas son muy variados, pero entre ellos destacan los que se refieren al mundo de la naturaleza y la meridional geografía andaluza, que el poeta describe con brillantez, pero le faltan criterio y selección.

 

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Rueda

Términos de uso: Reconocimiento-Compartir bajo la misma licencia 3.0 Unported

23

ACERCAD LAS ALMAS, QUE ÉSTA ES LA CANDELA

 

AFRODITA

 

CLAVELLINERO

 

DISCURSO DE AFRODITA

 

EL AVE DEL PARAÍSO

 

EL CISNE

 

EL COPO

 

ESTAMBRES Y PISTILOS

 

HORAS DE FUEGO

 

LA CIGARRA

 

LA LÁMPARA DE LA POESÍA

 

LA SANDÍA

 

LAS BODAS DEL MAR

 

LEJANO AMOR

 

RAMO DE LIRIOS

 

TU CARNE

 





ACERCAD LAS ALMAS, QUE ÉSTA ES LA CANDELA

Acercad las almas, que ésta es la candela;
acercad las almas, que ésta es la alegría;
son versos que cantan llenos de energía,
y alzan una lumbre que, ondulando, vuela.

Es un bosque que ardiendo que el helor deshiela,
es Dios hecho lenguas, Dios hecho poesía,
este libro es alto temblor de armonía,
fuego melodioso, que abriga y consuela.

El crujiente ritmo dice: «¡Allá van ramas!»,
y la fantasía las convierte en llamas,
como promontorio de dorado velo.

Mientras que, candente, la inexhausta lira
lanza en rubios hace versos a la pira,
y las lenguas de oro suben hasta el cielo.





AFRODITA

Venus, la de los senos adorados
que nutren de vigor savias y rosas;
la que al mirar derrama mariposas
y al sonreír florecen los collados;

la que en almas y cuerpos congelados
fecunda vierte llamas generosas,
de Eros a las caricias amorosas
ostenta sus ropajes cincelados.

Ella es la fuerza viva, el soplo ardiente
de cuanto sueña y goza, piensa y siente;
de cuanto canta y ríe, vibra y ama.

En el niño es candor, eco en la risa;
en el agua canción, beso en la brisa,
ascua en corazón, flor en la rama.





CLAVELLINERO

Quiero cuando yo muera, Patria mía,
que formes con mi cráneo una maceta,
y de sus ojos por la doble grieta
eches la tierra que tus flores cría.

En su interior de luz y de armonía
deja una mata de clavel sujeta,
y ese clavellinero de poeta
te brindará corolas como el día.

Por mi boca, mis ojos, mis oídos,
entreabriré capullos encendidos
con que de galas quedaré cubierto.

Y, cuando en mayo florecer me veas,
aún lanzaré claveles como ideas
para besarte hasta después de muerto.





DISCURSO DE AFRODITA

Si Venus Afrodita hablase un día,
dijera así: «Sed, pechos maternales,
sagrados y serenos manantiales
de paz, de amor, de leche y de poesía.

Sed, caderas, que iguala la armonía,
santo molde de razas inmortales;
sed, labios, aromáticos panales
donde los besos zumben de alegría.

Sed, manos, como rayos de luz pura,
que donde toquen viertan la hermosura;
sed, amplias frentes, llamas generosas.

Y sed, ojos de vivos resplandores,
ríos de luz, d-e músicas y flores,
que entero el mundo coronéis de rosas.





EL AVE DEL PARAÍSO

Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
y la vio su extasiada fantasía
cual hada, genio, flor o llama pura.

Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla 1a ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.

Su cola real, colgando en catarata;
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.

Curvas suelta la cola sorprende,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de palmas de colores.





EL CISNE

Visión impecable de nácar riente,
ara de alabastro y hostiario viviente,
cisne, frágil arco de la idealidad;
alma que desfila bajo de tu cuello
digna es del gran triunfo de gozar lo bello
y del sol que alumbra la inmortalidad.

Sagrario que viertes pulcritus divina,
filtro idealizado de luz cristalina,
de las fuentes triste clarificador;
tu lección de blanco, viste de pureza,
viste armonía, viste de belleza,
y abre castas risas de bondad y amor.

Tu blancor teológico lava de pecado,
y, oración de plumas, tu ropón nevado
habla de una eterna casta religión:
la que da a las almas la naturaleza,
la que da alegría, la que da belleza,
la que de blancuras viste la ilusión.

Gracia de los cielos en tus plumas llueve,
en tus plumas hechas de oración y nieve,
que a la boca invitan cual para rezar;
hecho tu plumaje de altos resplandores,
no está profanado ni por los colores
y su luz ni el iris se atreve a tocar.





EL COPO

Tíñese el mar de azul y de escarlata;
el sol alumbra su cristal sereno,
y circulan los peces por su seno
como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata
corre a la playa de las ondas freno,
y el musculoso pescador moreno
la malla coge que cautiva y mata.

En torno de él la muchedumbre grita,
que alborozada sin cesar se agita
doquier fijando la insegura huella.

Y son portento de belleza suma:
la red, que sale de la blanca espuma:
y el pez, que tiembla prisionero en ella.





ESTAMBRES Y PISTILOS

Bajo el velo del agua transparente
impregnada de rayos luminosos,
estambres y pistilos pudorosos
se citan, para amarse, en el ambiente.

Atravesando el líquido luciente
asómanse los tallos amorosos,
y a los himnos del viento rumorosos
los desposa la luz resplandeciente.

A la vez en las frondas escondidos,
cuántas dulces escenas misteriosas
entre los bosques formarán los nidos.

El lento desplegarse de las rosas,
el crujir de los granos, los latidos...
¡Oh concierto invisible de las cosas!





HORAS DE FUEGO

Quietud, pereza, languidez, sosiego...
un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
que le ha dejado fascinado y ciego.

El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.

Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.

Y sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín rïente
en sus rasgadas bocas las sandías.





LA CIGARRA

Silencio; es la cigarra, la doctora,
la que enseñó a Virgilio la poesía
y dio a las viñas griegas su armonía
cual bordón inmortal de luz cantora.

Aun pasa con su lira triunfadora
ardiendo en entusiasmo y energía;
encerrado en sus élitros va el día,
escuchad su canción abrasadora.

Ser en la roja siesta enardecido,
es un ascua del sol hecha alarido
que a su propio calor fundirse quiere.

Quema al cantar su real naturaleza,
canta por el amor a la belleza,
canta a las almas, y cantando muere.





LA LÁMPARA DE LA POESÍA

Desde la frente, que es lámpara lírica, desborda su acento
como un aceite de aroma y de gracia la ardiente poesía,
y a los ensalmos exhala cantando su fresca armonía,
vase llenando de luz inefable la esponja del viento.

Rozan los versos como alas ungidas de lírico ungüento
sobre las frentes, que se abren cual rosas de blanca alegría;
y un abanico de ritmos celestes el aire deslía,
cual si moviera sus plumas de magia de Dios el aliento.

Vierte en el aire la lámpara noble sus sones divinos,
que goteantes de sílabas puras derraman sus trinos
desde el tazón del cerebro de lumbre que canta sonoro.

Y revolando las almas acuden de sed abrasadas
como palomas que beben rocío y ondulan bañadas
en el temblor de la fuente sube del verso de oro.







LA SANDÍA

Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.

Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.

Tajada tras tajada, señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.

Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.





LAS BODAS DEL MAR

Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de Levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante,
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos...





LEJANO AMOR

Mujer de luz, mujer idealizada,
que apagaste tu lámpara de oro:
aun pienso ver la escarcha de tu lloro
dentro de tu ataúd amortajada.

Vuelve a surgir de gloria coronada;
sal otra vez del mármol incoloro;
yo te amo, yo te vivo, yo te adoro,
llena de luz como una desposada.

Tu carne fue de nardos y panales,
floreciente entre sábanas nupciales;
resucita: yo te amo, yo te quiero.

Dame tu boca en flor, esposa mía,
y tu seno que hierve en armonía,
lo mismo que un enjambre en un romero.





RAMO DE LIRIOS

Porque de ti se vieron adorados,
tengo un vaso de lirios juveniles:
unos visten pureza de marfiles;
los otros terciopelos afelpados.
Flores que sienten, cálices alados
que semejan tener sueños sutiles,
son los lirios, ya blancos y gentiles,
ya como cardenales coagulados.
Cuando la muerte vuelva un ámbar de oro
tus largas manos de ilusión que adoro,
iré lirios en ellas a tejerte.
Y mezclarán sus tallos quebradizos
con sus dedos cruzados y pajizos,
¡que fingirán los lirios de la muerte!





TU CARNE

Está tu carne de ágata y de rosa
donde el sol con la nieve se combina
dotada de una luz casi divina,
casi extrahumana y casi milagrosa.

Tiene ideal traslucidez preciosa
que cual racimo de oro te ilumina,
y en tu cutis de leche se adivina
sangre de fresas pura y ruborosa.

Tu seno en flor de redondez de astro,
es una clara piedra de alabastro
que deja ver transparentarse el día.

Como a santo cristal sin mancha alguna
a él asomé para mirar la luna,
e igual que tras de un ámbar la veía.

 

VOLVER A PRINCIPAL

 

© sonferrer.com 2008.